lunes, 29 de agosto de 2022

MARÍN. TAMBO, LEYENDAS PARA EL VERANO (y III)

“Solo el recuerdo perdura bajo el impenetrable mutismo de la rocosa mole insular, anclada en medio de la espaciosa bahía… ”


Las leyendas y misterios que envuelven a la isla de Tambo, y que han venido pasando de hemeroteca en hemeroteca y de boca en boca a través de los legados que nos han dejado los historiadores, causan entre propios y foráneos el interés por pisar este terruño enclavado en medio de la ría como así viene ocurriendo desde el año 2015 en el que Defensa autorizase realizar allí visitas guiadas controladas por el Concello de Poio y al que el pasado 1 de marzo le fue ya cedida su titularidad por 25 años previo pago de un canon anual de 25.000 euros.

La curiosidad por cruzar el ‘charco’ en barco desde Combarro para desembarcar en el muelle de Tambo es tal que ya se teme una invasión de visitantes por lo que hubo de balizar se recientemente su entorno marítimo “para garantizar que se mantenga la distancia entre la isla y las embarcaciones…” Y no es de extrañar tanto interés por poner un pie en Tambo después de tantos años sin poder acceder a ella, en pàrte por su uso militar, para poder así admirar, al menos a través de los restos de las edificaciones que todavía perduran, los vestigios de su historia, testigos mudos y ruinosos de los acontecimientos que allí sucedieron a lo largo de los siglos.

Los misterios abrazan también  a su nombre, cuya evolución parte de la denominación Thalavo que vino a dar en el actual Tambo, pasando antes por Tanavo, aunque una filiación más erudita la hacen derivar del griego Tymbus, Tumbos o Tombos (en Marín existió la playa do Tombo) que significa túmulo, asociándola sin duda con la disposición sensiblemente cónica que su relieve presenta.

Tal variedad de denominaciones ofrece un problema etimológico que viene a complicarse más con la teoría del erudito e historiador pontevedrés Celso García de la Riega (miembro de la Sociedad Arqueolóxica de Pontevedra)  al decir que “la tradición recuerda la existencia en esta isla de un altar pagano dedicado a Tameóbrigo y que Tambo se deriva de la raíz Tsamos, término que por otra parte figura en las monedas ibéricas…” Como podemos apreciar los misterios que guarda esta milenaria porción de tierra rodeada por el mar llega hasta su propio nombre, pues ni siquiera los historiadores se ponen de acuerdo de donde proviene o de cual es su origen.

Que el Concello de Poio impida la invasión de visitantes a la isla de Tambo es una medida muy oportuna, pues para invasión ya la sufrió, aunque nada comparable, por supuesto, en 1589 cuando una armada de corsarios ingleses capitaneados por el temido Francis Drake, la asaltó arrasando con todo cuando encontraba a su paso, prendiendo fuego a la capilla erigida en honor a San Miguel por San Martín Dumiense, obispo de Braga y al cenobio benedictino fundado por San Fructuoso que daría paso siglos después al monasterio de Poio.

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