“Ángel
García Carragal fue una de las primeras (y pocas) personas que confió en mí. La oportunidad llegó. Tarde, pero llegó, cuando
ya casi me planteaba dejar de intentarlo. Y entonces nunca olvidé que Ángel me
había hecho mi primera entrevista en su periódico local Portocelo. Él pensó que
aquella joven llena de sueños merecía un hueco entre sus líneas. Por eso hace unos días, cuando mi primer proyecto como coproductora estaba
nominado en el John Balan Fest de Marín, una de mis primeras llamadas de
emoción compartida fue a Ángel.” (Mayka Braña Alonso)
Foto: CM |
Ser adolescente en
los 80, y en Marín, no fue lo más fácil para una persona que quiso ser actriz
desde su primera obra de teatro en el Colegio La Inmaculada. Desde aquel
momento supe que quería vivir muchas vidas transmitiendo distintas emociones a
todas las personas que me permitiesen acompañarlas a través de una pantalla.
Porque eso es
interpretar personajes: acompañar, entretener, desnudar el alma y servir al
público. De alguna manera formamos parte de sus vidas. Porque les hacemos
sentir. Y de eso va la vida.
De emocionarse. Mucha
gente me habla por la calle desde la certeza de que me conocen, de que soy
familiar. Me aconsejan lo que debo hacer, me recriminan lo que no les parece
bien. Pero hay una cosa en común: el brillo en sus ojos, la emoción.
Los actores tenemos
muchísima suerte, pero también cierta responsabilidad. Cuando estoy rodando me
exijo el 150% y aseguro que no es por mí, es por dar al público lo que espera,
es por no fallarles. Si un día les fallo, debería pensar en retirarme. Para mí los
espectadores son lo más importante del mundo. Vivimos por y para
ellos. No entiendo mi profesión de otra manera. Y para no fallar
hay que estar muy preparado y no dejar de entrenar nunca.
Hacerlo desde
siempre no fue una tarea fácil. Ésto no era el Madrid de aquella época, ni
tenía cursos o castings en ese móvil que ahora me los proporciona sin moverme
de mi casa. Fue un sacrificio constante, suplicaba oportunidades que no
llegaban. Después tabajé en
una oficina para pagar mis facturas, era muy infeliz. Cogía un tren de noche
porque no podía pagar un hotel, trabajaba todo el día en algún rodaje para
poder observar y aprender mucho de los que sabían, y volvía en otro tren
nocturno. Así solo pedía un día en la oficina. El resto, hasta hoy, es historia.
Es muy difícil la
tarea del Jurado en un Festival, hay demasiadas cuestiones a tener en
cuenta. Y es un trabajo que valoro mucho. Pero nosotras
llevamos el premio más difícil de todos: el del público. Que te aprecien en
tu pueblo, que se acerquen a Briz para ver tu trabajo y que se tomen la
molestia de escanear un código QR para acceder a las votaciones... no tiene
precio. Y sentir el calorcito y el orgullo de las gentes que saben que llevo
Marín como bandera por todo el mundo, que soy marinense de sangre y corazón...
no tiene precio.
Foto: JLGP |
Recoger ese premio
en nombre de las 3 actrices que hemos creado el cortometraje "¿Quién
quiere ser normal?" fue abrazar a la niña débil que soñó fuerte. A esa
niña diferente, miedosa, incomprendida, que se puso tantas corazas. Por eso
lloré. Fue nuestra primera
nominación y nuestro primer premio. Espero que este cortometraje nos dé muchas
alegrías pero, pase lo que pase, Marín habrá sido el primero de mi vida. ¿Se
puede pedir más?
Y qué decir de la
nominación a mejor actriz!! (bueno, en este caso a "mejor actuación"
porque estábamos juntos actores y actrices).
Pues no tengo
palabras. Llevo 20 años trabajando y más de 600 capítulos a mis espaldas (entre
otros proyectos). Es un buen currículum. Pero nunca he estado nominada.
Nunca, en nada. Es cierto que soy
una afortunada por vivir de lo que me apasiona, conozco a demasiados actores y
actrices que no pueden. Pero también es cierto que un empujoncito que reconozca
tu trayectoria, es de agradecer en esta vida. Y ya lo acabo de tener. Y se
queda en mi corazoncito para siempre.
Me preguntan si
prefiero producir o interpretar. No hay ninguna duda! Yo seré actriz hasta el
día que me muera. Pero también soy muy inquieta. Producir ha sido toda una
experiencia, profesional y también vital, con sus cuestiones buenas y malas. Pero puedo decir
que aprendí, muchísimo. Y ahora también puedo decir que quiero vivir la
experiencia de dirigir un proyecto.
Sí, dirigir. Llevo
años observando con lupa a mis directoras y directores. Así que puede que nos
veamos más veces en el John Balan Fest. Porque
la niña que vive en mí no dejará de soñar nunca.
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