Desde 1964 en que se inició, y a pocos meses se paralizó, la construcción de lo que en su día se acordó levantar como Mercado de Cantodarea, ésta edificación ha sido motivo de varias alternativas, entre otras local social, sin que llegasen a materializarse dada la situación ‘jurídica’ de la inacaba construcción.
Más de medio siglo después, concretamente en diciembre
de 2021, el gobierno de María Ramallo acordó como solución definitiva contratar
el derribo lo cual “permitirá mejorar la
estética de la zona y la creación de una nueva plaza para los vecinos de la
parroquia…”, siendo dentro del primer trimestre del año en curso el plazo en el
que deberían estar finalizas las obras de dicha demolición.
Ha pasado no solo el
trimestre sino otro más, y un año y medio desde la contratación del derribo, y
la situación por lo que se ve sigue siendo la misma. Es decir, volvemos a 58 años
atrás. “Estamos na mesma”.
¿Y a qué se debe tal situación? Según informan desde
el Equipo de Gobierno, el mismo que acordó su derribo en el año 2021, “a culpa
e de Fenosa”, que no termina de acometer los trabajos del cambio del transformador
que se ubica en el edificio y hasta que finalice esta "tediosa"
actuación no se puede proceder a la total demolición del inmueble”.
Es decir, ‘séntate e espera’. Esto demuestra que Fenosa
tiene más poder que la Administración, según deduzco yo ante la resignación del Concello de Marín de esperar a que la subsodicha empresa se ponga manos a la
obra lo que al paso que llevan tenemos para otro medio siglo de espera.
Mientras tanto el 'espectro' del Mercado de
Cantodarea sigue ahí ‘viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá de Madrid’,
cual icono simbólico de la impotencia -perdón que insista- que
ostentan los políticos ante el poder de Fenosa.
Y lo digo sin temor a que se me acuse de demagogia.
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