Dejábamos el capitulo anterior sobre Diego Arias ‘Señor del Coto y Villa de Marín’ en su llegada como novicio al Monasterio de Osera donde había sido muy bien acogido sobre todo por la renuncia de todos su bienes en favor de los monjes que desde ese momento se hacian dueños absolutos del Coto de Marín.
Pero sucedió que a los pocos meses Diego Arias no llevaba bien la austeridad y pobreza de la vida monástica de aquellos monjes cistercienses y pensó en cambiarse a otro monasterio, en este caso al de los Caballeros de San Juan (Orden de Malta) que llevaban una vida más holgada y menos restrictiva en comodidades. Y un buen día sin pensárselo más se fuga -sin la dispensa de votos- en dirección al convento de los Hospitalarios ‘sanjuanistas’ de Portomarín (Lugo) que lo acogen sin miramiento alguno, gesto que Diego Arias agradece donándoles también sus bienes olvidándose de la vinculación que tenía con el Monasterio de Osera.
Aquella situación provoca no pocos problemas, tanto que se originó ‘una lucha’ entre cistercienses y sanjuanistas por los bienes del controvertido monje que duró años. Los monjes del Cister mantenían que seguían siendo de su propiedad mientras que los de San Juan de Portomarín se los atribuían para ellos. El abad de Osera se dirigió al papa Adrián IV explicándole todo lo acontecido resolviendo el pontífice que Frai Diego regresase a Osera, mandato que no obedeció, por lo que el ‘tránsfuga’ sería castigado con severas penas canónicas. Al poco tiempo (1157) murió excomulgado dejando un pleito entre ambas congregaciones monásticas que duraría cerca de veinte años.
Nos dice Frai Tomás de Peralta (Memorias del Monasterio de Osera) que Frai Diego Arias murió “seguramente oprimido por el remordimiento. Su muerte fue como castigo por su conducta que le sirvió para purgar su pecado”. Peralta se refiere también como “los Caballeros de San Juan, cuando habiendo intentado el abad de Osera conseguir de ellos el cadáver del monje fugitivo, no lo devolvieron, sin duda con objeto de hacer más presión para conseguir los bienes que había dejado”
Seria largo relatar los grandes problemas que siguieron entre los frailes del Monasterio de Oseira y los caballeros de San Juan empeñados en conseguir el patrimonio que Frai Diego Arias habia dejado legalmente a favor de los primeros. Al fin muchos años después y mediante un acto de Concordia (1174) el obispo de Lugo dispone que Marín quede en poder de los monjes de Oseira y a cambio éstos, cederían a lo sanjuanistas a ‘titulo de caridad’ algunas otras posesiones que la Orden del Cister tenía en otros lugares de Galicia.
Y así remata la historia (resumida) de Diego Arias (1080-1157) "caballero y soldado fidelísimo servidor de la reina Urraca, de quien recibió en 1112, el Coto de Marín”, que pasaría a la historia como ‘Señor del Coto y Villa de Marín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario