Después de que en 1971 se inaugurase la nueva Lonja de Pescado (Pabellón de Venta y Empaque en el Puerto Pesquero de Marín) la edificación de la anterior -construida en 1905 y ampliada en 1926- perdió su actividad sirviendo durante largos años de alojamiento a la Policía Nacional y al Club de Piragüismo Tambo, además de a otros servicios relacionados con actividades del mar. E incluso para albergar las verbenas -en días lluviosos- que amenizaban las fiestas de San José de Cantodarea.
El tiempo va pasando mientras que la casi secular estructura seguía en pie como si quisiera resistirse a desaparecer, hasta que por fín un día llegó la hora en que tras gestarse el acuerdo en el seno del Gobierno Municipal (Legislatura 1987-1991) se inició su derribo “por las malas condiciones en las que se encontraba y por el grave peligro que presentaba su estado ruinoso”. Por cierto que en el acuerdo de ‘tirar abaixo a lonxa’ no estuvo de acuerdo la concejala Pilar Calviño -que formaba parte, en coalición, del equipo de Gobierno- que pedía que la ancestral edificación de la Lonja “debería conservarse como un ben arquitectónico, patrimonial e histórico-artístico para dedicar a algunha actividad de formación marítimo-pesqueira”. Incluso llegó a presentar una propuesta basada en criterios técnicos del recordado arquitecto orensano, Rodríguez Peña.
Una vez expedita la zona, y gracias al Plan Especial del Puerto de Marín, dieron comienzo las obras de ajardinamiento y embellecimiento del terreno, donde hasta ese momento estaba asentada la histórica Lonxa Vella, un actuación que formaría parte de lo que hoy se conoce popularmente como ‘o Paseo do Colesterol’ en la Avenida de Ourense.
De lo que jamás se supo es de quién o quienes se llevaron una buena cantidad de pilares y otras piezas de hierro fundido que tenían un preciado valor económico y artesanal, algo que suele ocurrir en los derribos en los que no se controla a donde van a parar “sus valiosos o aprovechables restos”. Me viene a la memoria un caso similar, como fue el de las ‘piedras’ del desaparecido chalet de Echegaray, de cuyo paradero final nunca más se supo.
DIARIO DE PONTEVEDRA / Pág. 20
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