Además de las visitas a los camposantos, también forma parte de la tradición, al menos por lo que me enseñó mi difunta madre, en encender, a la caida de la tarde del día de Todos los Santos, cuando comienza a anochecer, una vela o unas ‘mariposas’ y dejarlas prendidas durante toda la noche, y todo el día con su noche siguiente (Dia de Difuntos) junto con un plato de castañas cocidas, todo ello sobre la mesa de la sala principal (el comedor) de la casa. Será con la llegada del tercer día, es decir el dia 3, cuando se retire todo dando por cumplido el ritual.
Algunos antropólogos plantean que las castañas es un fruto relacionado desde antiguo con la muerte. Era la ofrenda que se dejaba a los muertos para aplacar su hambre. Por cada castaña que se comía el día Todos los Santos y el Dia de Difuntos, un alma era librada del Purgatorio.
Recuerdo también que las campanas de la iglesia tocaban a muerto. Recuerdo el ir y venir de gentes por el antiguo camino del cementerio; recuerdo el camposanto de A Raña lleno de gente acondicionando y limpiando tumbas y panteones ante los que depositaban sus jarrones con las flores propias de esta época (violetas, rosas, crisantemos); recuerdo los candiles encendidos en medio de la oscuridad de la tarde... y recuerdo la existencia todavía de tumbas bajo tierra...
Y como no, recuerdo a mis fallecidos padres, a muchos amigos y seres queridos con los que algún día, cuando abandonemos este complicado mundo, nos volveremos a encontrar.
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