Dos décadas han transcurrido ya desde la de la tragedia que sumió a Marín en el dolor, el pesar y la tristeza nada más conocerse la noticia, aquel 3 de octubre de 2000, del hundimiento en la costa irlandesa del buque pesquero 'Arosa' de una casa armadora de Bueu, pero con base en Marín. De los trece marineros, solo uno se salvó, el marinense Ricardo Arias García. La prensa a nivel nacional se hizo eco de aquel triste e inolvidable acontecimiento. Reproducimos una de las crónicas aparecida en el portal náutico 'MasMar' como recuerdo a las victimas en el décimo aniversario de su naufragio.
CRÓNICA DEL 04-10-2000
El pesquero Arosa, abanderado en el Reino Unido pero propiedad de la armadora de Bueu, Mar de Udra S.L., con 10 tripulantes abordo y base en Marín, se hundió la madrugada de ayer en la costa oeste de Irlanda tras encallar contra las rocas cuando intentaba entrar en el puerto de Rossaveal para refugiarse de un fuerte temporal. (Ver noticias en masmar 2000.03.10)
De los 13 marineros que trabajaban en el barco, sólo el joven Ricardo Arias García, de 24 años y procedente de Marín, sobrevivió a la tragedia. Otros cinco cuerpos, cuyas identidades no han sido aún facilitadas, se han recuperado y dado oficialmente por muertos.
Los servicios de rescate irlandeses hallaron a Ricardo agarrado a unas rocas junto a dos compañeros. Un helicóptero trasladó a los tres hasta el hospital Merlyn Park de Galway, donde dos de ellos perdieron la vida. Ricardo se recupera favorablemente de síntomas de hipotermina y diversas heridas.
Una de las victimas es Ramón Pardo Juncal, de 30 años y vecino de Bueu. Pardo era el patrón del Arosa. Los servicios de vigilancia costera irlandeses trabajaron durante toda la tarde de ayer en la búsqueda de los siete restantes tripulantes con una dotación de tres helicópteros, un avión y una lancha de salvamento. Pasadas las ocho, suspendían las labores de rescate hasta hoy debido al mal tiempo, con vientos de fuerza 10. Los trabajos se centraron en las rocas cercanas al hundimiento, único sitio donde podían quedar supervivientes, aunque las esperanzas eran pocas a última hora.
El barco quedó atrapado a unos 20 kilómetros de Slyne Head, en Galway, poco después de chocar contra los bajos. Está hundido, según informó la Embajada española en Londres, en la costa de la isla de Doonguddle y a poca profundidad. Pese a ello, los equipos de rescate no han podido llegar a él hasta el momento. Hoy a primera hora se reanudarán las labores de rescate, con la incorporación de un equipo de submarinistas de la Marina irlandesa. El fuerte oleaje ha empezado ya a despedazar el buque.
Ricardo Arias García, será llevado hoy a reconocer los cinco cuerpos hallados en la zona del naufragio, que descansan en el hospital Melvin Park de Galway. Uno de ellos corresponde al buenense Ramón Pardo Juncal, patrón de pesca, nacido el 26 de junio de 1969.
Los dos armadores del buque dieron a conocer, a última hora de ayer, la lista con los nombres de los trabajadores que iban a bordo.
Lista de tripulantes
Eugenio Díaz Carracelas, patrón de costa, Marín, 31-10-56; Alfredo Estévez García, motorista, Bueu, 24-1-1968; José Ramón García Figueroa, cocinero, Cangas, 22-12-51; Julián Soto Fuentes, contramaestre, Marín, 4-4-60; Luis Miguel Vidal Ribadulla, marinero, Pontevedra, 4-4-74; Francisco Filgueira Fernández, Marín, 2-11-65; Jesús Lafuente Chazo, marinero, Pontecesures, 15-12-69; José Antonio Ferreirós Pérez, marinero, Lousame, 4-10-43; Sebastián Vaz de Almeida, engrasador, Santo Tomé, 28-3-69;, Albertino Herculiano Dacosta Craviz, marinero, Santo Tomé, 1-9-65 y Orlando Soares, marinero, Ghana, 23-4-72.
“Aún no me creo que siga vivo. Si no fuera porque siento mi cuerpo, veo lo que hay a mi alrededor y escucho las preguntas que me hacen, creería que sigo en el agua esperando a a morirme de un carajo de una vez”.
—He vuelto a nacer. Lo mío es un milagro, un milagro que, desgraciadamente, no tocó al resto de mis compañeros.
—Nos dirigíamos a tierra, a fondear a la bahía de Galway para resguardarnos del temporal, había mucho mar y el barco balanceaba, pero no estábamos preocupados. Toda la tripulación, excepto la guardia de máquinas y de puente, estaba durmiendo. Sobre las cinco de la madrugada escuché un golpe fuerte en el costado de estribor. Después de ese golpe, vino otro, y luego otro más fuerte, y fue entonces cuando comenzó a chirriar el casco y todo el mundo salió disparado hacia cubierta.
Subimos a toda hostia para arriba, en calzoncillos, tropezando unos con otros por el pasillo al salir de los camarotes. Nada más arrimarnos a la barandilla, supimos lo que había pasado, pero nadie decía nada. Hubo un momento de silencio, corto pero intenso. Un silencio que sólo se rompió cuando el barco empezó a tragar agua y se hundía.
Sufrí tanto en el agua, pasé tanto dolor, que incluso le llegué a gritar al mar: “¡Venga, mátame de una vez! Quiero saber como es esto de morir ahogándose”. No sabía ni quién era ni que coño estaba haciendo allí, ni hacia adónde iba. Sólo quería que acabara el martirio de una puñetera vez.
Me arrastró el mar durante trece millas. Casi nada. Cuando vi el resplandor en el cielo producido por la luz del helicóptero que me rescató, pensé que era una alucinación. Pero después me di cuenta de que chorreaba sangre por todas partes. Veía perfectamente las heridas, porque estaba totalmente desnudo y el agua las limpiaba. Por eso cuando entré en el helicóptero me quedé mudo de felicidad.
—Dudo de que vuelva a la mar. Aunque esto lo digo ahora, en caliente, y después de pasar un auténtico calvario. Otra cosa es cuando llegue a Marín. Necesito trabajar y mi profesión es la de marinero. Qué se le va a hacer.
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